Era una tarde el mes de abril del año 1994 aproximadamente, habíamos terminado los exámenes del segundo lapso y como buen sábado nos disponíamos a beber cerveza en el porche de la casa unos amigos y yo.
En esa época vivía en Los Corales, urbanizació perteneciente a la parroquia de Caraballeda del Municipio/Estado Vargas, o en resumidas cuentas La Guaira, tierra de leyendas, venganzas, brujería, católicos, maifosos y mercaderes de vidas y almas, en fin el patio trasero de Caracas: puerta de entra de entrada al país por mar y tierra, burdel mal querido de la bonanza y el mal querido hermano natural de una cosmopolita capital que sólo la recordaba a la hora de invertir en terrenos o viajar al exterior.
Prendo un cigarrillo y me sirvo un escocés en las rocas y cual unitario se repite una y otra vez las historias misteriosas que adornaron mi estancia en el Litoral Central, tierra a la que en la actualidad, más que despreciarla la evito y por una sola razón: La Gente, aunque no quisiera generalizar porque aún tengo familiares y amigos muy amados y respetables en esas tierra...
¡Tal vez me dejé llevar por las emociones!...
Ahora pensando un poco más, no es la gente lo que desprecio, sino la mala energía que ni Lyemanya con Oshun han logrado limpiar. Es esas almas en pena, originadas en la codicia y el poder, cuyo juicio concluyó en su anclaje en esas tierras tan divinas y prodigiosas. Penosas en un purgatorio maldito que en vez de amedrentar les ha servido para alimentarse de las almas de los Varguences, haciéndolos perezosos y pedigueños, golosos e impúdicos, vengativos e intolerantes.
Valga la pena en este punto hacer excepciones, ya que en ciertos estratos se ha percibido el nacimiento de nuevos hombres y mujeres que, a pesar de la carga, han decidido echarle bolas a la vaina; con mentes independientes de las apocalípticas predicciones, han decidido llevar adelante los proyectos de vida que se han propuesto, ¡eso es loable!.
Continuando con la historia a relatar en esta ocasión, y teniendo de telón el horizonte expuesto, me encontraba con dichos compañeros en el porche de la casa tomando unas cervezas bien frías para mitigar el calor, hasta que las necesidades fisiológicas comenzaron a interrumpir la velada.
-¡Me estoy meando!- Dijo uno de los comenzales (el cual llamaremos JC)- Voy a las maticas para regarlas.
A mí me pareció muy sospechosa su conducta, además no me gustaba que la gente meara en mi patio por más que se lo chupara la tierra. Yo me convencí que estaba borracho, así que intenté seguirlo para escoltarlo a un sitio más apropiado.
-¡Coño!, ¿pero por qué no vas para el baño?- Dije- Tu eres como de la familia, así que no hay nigún problema...
Tambaleante y medio torpe se volvió y me contestó:
-Pana, tu sabes que te quiero mucho y la confianza que tenemos es como de hermanos, pero déjame decirte que no me gustan esos candiles que sen desde la ventana.
¡Mi reacción fue de estupefacción!... ¡Alguien más ha visto los candiles en la ventana!
¿Qué son los candiles?: son conocidos como los ojos del diablo, y se presentan como un par de luces rojas relejadas en las ventanas, metales y cualquier superficie reflectante.
La noche continuó, él regresó a su puesto y la noche continuó en su normal ritmo, mientras que yo me sumía en miles de recuerdos que marcaron mi niñez y había olvidado hace mucho tiempo:
1) Espectros vampirezcos.
2) Doncellas revoloteando en el dormitorio.
3) Viajes astrales con súbitas caídas que me permitían ver la estructura interior del colchón.
4) Gente que repetía mi nombre de manera desesperada, como si pidieran mi auxilio.
5) Un rostro idéntico a la de una hermana fallecida
6) Constantes incitaciones al pecado
7) Transfiguración de objetos inertes
8) Plateras que se desprendían, volviendo añicos la loza, cuando se discutía airadamente un tema.
Una señora especializada en el tema, dijo que en esa casa habían caído muchas maldiciones, antes de que mi familia llegara y durante mi estancia en la misma... La codicia y la envidia por sí solas son muy fuertes, y cuando los seres del más allá se prestan para eso, es peor que cualquier cosa que se puede imaginar.
Gracias a dios, el equilibrio natural me hizo conocer y reconocer que mi motivo era salir de ahí. Actualmente son pocos los episodios sobrenaturales a los cuales me he enfrentado, y siempre coinciden con un acontecimiento general y forman parte del inconsciente colectivo...Pero de algo estoy seguro: son muchas las historias de lo sobre natural que he vivido en carne propia, aunque poca importancia les he prestado. Hasta ahora eso ha funcionado pero espero encontrarles explicación algún día.
Me dejaste en suspenso David. ¿Qué pintan los candiles? ¿Vendrán a continuación algunas de las historias sobre lo sobrenatural?... ¡Estaré esperando a luz de vela!
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