martes, 17 de mayo de 2011

Altar a San Sebastián (II)

El reloj daba las dos en punto de la tarde, tenía que encontrarme con Daniel en el Comedor de Aquilino, ahí almorzaríamos para emprender un viaje a la montaña donde tenía una choza. Era una ocasión de celebración: después de 20 años me encontraba con un viejo amigo de la infancia con el que había perdido el contacto tras la graduación en el liceo. Había cambiado mucho, ahora era lo que llamaban espiritista y sacerdote, había colgado su título de veterinaria para dedicarse a las yerbas y la chamanería con inspiración marialoncera.

Estaba muy emocionado, no sólo había retomado el contacto con un amigo, sino tendría la oportunidad de pasar una noche en el mágico Sorte. Muchos aseguran que en esos parajes pasan cosas mágicas, fantásticas y hasta demoníacas, no todos pueden acceder a esas tierras, esta sería mi oportunidad para recolectar material y poder redactar algo realmente interesante.

Estaba metiendo algunas cosas en una mochila cuando alguien tocó la puerta...

-¿Quién?...
-¡Mijo!, se puede entrar...
-Claro Carmencita, pase, qué se ofrece.
-Bueno, venía a darle las gracias por las verduras que compró, y las guayabas están bien maduras, perfectas para el jugo.
-De nada Carmen, pero por las guayabas agradézcale a Jacinto que se las envión.
-¡Ah Jacinto!... Ya hablé con el hace poco cuando venía de la misa. Me dijo que se encontró a alguien.
-Si vale, un muy viejo y querido amigo, qué casualidad encontrarnos por estas tierras ¿no cree?.

Doña Carmen, dueña de la pensión donde me quedaba, era más que una proveedora una madre; estaba pendiente de todos sus huéspedes, y como buena madre a veces sobrepasaba ciertos límites, rayando aveces en la imposición aunque siempre lograba enmendar el capote.

-Si, muy interesante. Por cierto, ¿Sabe a que se dedica ese amigo suyo?
-Me estaba contando que era marialoncero, brujo pues...
-Así es, por acá se le conoce como Indio Casto.
-¿Indio Casto?- me costó aguantar la risa ante tal revelación- ¿Qué casto va a ser ese cabrón?, de carajito ya era bastante mujeriego, hasta me sorprende pensar que nunca preñó a alguna muchachita.
-¡Ay mijo!, ese monte cambia mucho a las personas, tenga cuidado para donde vaya... ¿Usted sabía que esa gente trabaja con muertos?.
-Me puedo imaginar que hay algunas fracciones espiritistas que mezclan los ritos con palería y esas cosas, siempre pasa en este tipo de sistemas de creencias.
-¡Huy que horror!, de pensarlo se me crispan los nervios...
-¡Ya Carmen!, no se preocupe, yo voy a estar bien. Mañana estaré de regreso.
-¡Está bien mijo!, Dios me lo ampare y lo favorezca.
-¡Amén!... Me tengo que ir, ya se me hace tarde... Hasta mañana Carmen y no me prepare desayuno mañana, seguro llego en la tarde o noche.
-¿Seguro?...
-Mire, cualquier cosa le echo una llamada ¿oyó?.
-Está bien... Cuídese mijo...
-¡Si Carmen!- Le contesté durante la carrera por el pasillo que daba hacia la puerta principal, con la misma ligereza que se le contesta a una madre que no termina de despedirse de su hijo que volverá al medio día.

El sol estaba picante y un viento seco levantaba el polvo de la engarzonada calle, aseguré mi bolso y me coloqué los anteojos para protegerme de las polvaderas que se levantaban. Una sensación de excitación y aventura me recorrió todo el cuerpo: "Hoy es un buen día para cosas nuevas", pensé y me alejé caminando rápidamente para cumplir con mi encuentro en el Comedor de Aquilino.

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