Corrían los años 70's, y tal como si de un maratón se tratase, los dìas pasaban volando en la Caracas de la Venezuela Saudita: una ciudad mágica y cosmopolita que se vanagloriaba de las virtudes de la democracia y el dólar a 4,30. Según antropólogos, historiadores y actuales treintones y cuarentones, se vivía tan bien que la gente pensaba que Miami era una alcaldìa más donde los fines de semana se hacìan las compras.
De todo esto, hay cosas que nos hacen pensar que no todo era tan feliz, ya que la pobreza actual no se puede pretender salida de manera expontánea, como si de una maldición se tratase. Porque, dentro del glamour de la música disco, la cocaína y los litros de escocés derramados en las prestigiosas fiestas del Chino Cano, también había indiferencia e incomprención.
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Son las 9 de la noche y Sofía no salió a trabajar, la falta de electricidad ha afectado el alumbrado público y la cosa no está muy fácil: la semana pasada Mataron a coñazos a la Yoli -Yolanda: una de las veteranas compañeras de labor de sofía-, unos malandros fueron a la esquina de la Yoli para pedir sus servicios, y la muy estùpida les ofreció otros juguetes adicionales, cuando los tipos se percataron que tenìa encima unas cuantas piedras y otras bolsas de perico, fue más grande las necesidades de vicio y bussiness que las ganas de revolcarse con la puta. La Yoli se resistió, pero los tipos lograron golpearla y dejarla indefensa, le quitaron todo, absolutamente todo, y por más que tuvieran la mercancía y los churupos de una mujer ahora llorando ensangrentada, saciaron sus ancias de violencia con ese esperpento de humanidad. Sangre y dientes rotos... Ahí dejaron a la pobre puta que muriera desangrada y se convirtiera en el espetáculo matutino de los niños que se dirigían al Colegio Bolivariano de la zona.
La calle se ha puesto muy peligrosa, y Sofía ha decidido quedarse esta noche y descansar su coñito por una noche. Ha comprado queso telita y unas cachapitas, un paquete de cigarros y una botella de brandy: - ¡Del más barato mi portu!... Esta noche libro y quiero gozarme una buena pea.
Subiendo las escalaeras, siente una cierta alegría que necesita compartir. La noche es jóven y hace un friito rico, no es momento para estar sola bebiendo brandy frente al televisor, sería grato un poco de compañía que no pague ni le llene de saliva la cara mientras es penetrada de la manera más insatisfactoria posible. Toca la puerta de la habitación 2-B, y con un beso en cada mejilla es saludada por una morena alta ataviada con una pequeña minifalda de cotonlicra rosada, un pelucón amarillo y una cotica ajustada a un pecho totalmente plano. Era él, Deseo, su amigo incondicional desde que dejó el pueblo y se vino a la capital.
Pasan las horas, y la botella de brandy casi se ha vaciado, no quedan cachapitas ni queso telita; sólo queda para el resto de la noche unos cuantos cigarros y el repertorio de La Lupe.
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Algunos no tienen idea de lo fácil que es sonreir cuando se está en la boca del lobo.
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