La comida estuvo bastante sustanciosa: hervido, carne en vara, yuca y unas impelables arepas de maíz pilado. Ya nos tomábamos el guayoyito y fumábamos un cigarrito "para bajar la comilona". En la hora que estuvimos ahí no faltó momento para recordar los viejos tiempos, las palabras y anécdotas iban y venían entre bocado y sorbo de cerveza helada. Ese rato estuvo bastante ameno, aunque me causaba curiosidad las miradas horrorizadas de algunos vecinos y pueblerinos ante la presencia del polémico Indio Casto.
-¡Ahora eres el Indio Casto!... Un nombre poco mercadeable a mi parecer, aunque por es muy famoso por estos lados...
-Si quieres la verdad, aquí lo que sobra es el pendejo que juega garrote.
-Bueno, estemos claros, todos los días nace un pendejo y el que lo agarre se lo queda, pero en este país al parecer es lo que sobra, así que no me sorprende que en este pueblo exista un mayor densidad. "Más pendejos por metros cuadrados", me parece un buen título de ensayo.
-Déjate de guevonadas que lo que hablo es serio...
-¿Y de cuando acá es serio hablar de pendejadas?
-¡Ay amigo! se nota que tienes mucho tiempo viviendo en la capital, te has puesto duro y te cuesta creer en las cosas, has cambiado mucho.
-¿Cambiar?, claro que si. Uno madura, se hace una carrera, tiene familia, negocios, algunos hasta tienen hijos... Es más, ¿Qué hablas tú de cambios?, si te viera por la calle y no cruzáramos palabra no te reconocería, y no hablo de miopía...
-¿No me vas a decir que no has visto nada peculiar desde tu llegada?
-A parte de que la gente en este pueblo es muy beata de día pero bochinchera de noche, no creo que más nada me impresione. Es como estar en la capital pero más agreste.
-¡Ajá!... ¿Y qué pasa en "La Capital" cuando encuentran un muerto?
-¿Muerto?... Bueno, hay conmoción y hasta espanto dependiendo del caso, luego viene la policía, el despelote, las averiguaciones y al día siguiente una nota de prensa en las páginas de crónicas.
-¡Jajajaja!... ¿Alguna vez has visto el periódico del pueblo?...
-No, creo que no he visto algo que se le parezca.
-Aquí sólo se leen noticias de fuera, si quieres saber que pasa en el pueblo tienes que mirar la cartelera de la catedral.
-Bueno amigo, estemos claros, en este pedazo de tierra olvidado por dios ¿Quién más sino la iglesia se ocuparía de eso?, es algo muy común en estos casos, principalmente si las personas son católicas y creen en el cura más que en representante político.
-¡Exacto!... Ahí está la cosa...
-¿De qué coño hablas?...
-Nada, paguemos y vamos andando, mira que si me agarra la noche en la carretera será peor, no hay alumbrado y el camino es bastante "rural"...
-¿Rural engarzonado?, ¿con cemento?, ¿Tierra?...
-No, rural como pa' cabra y chivo... Vámonos
Pagar la cuenta en este tipo de sitios era lo único que me gustaba, acá la inflación no era problemas y todo me parecía regalado, comparado con el costo de la vida en la capital. Obviamente, mi querido amigo, el ahora conocido como "Indio Casto" (me recuerda al infame pop star Prince que cambió su nombre por un símbolo y lo presentaban como "El artista anteriormente conocido como Prince, ¡Que bárbaro!), no tuvo problemas con mi acto de compadrito al pagar la totalidad de la cuenta, ya que si bien para mí es barato para los oriundos es caro, la economía siempre busca un equilibrio.
Aquí no se veían carros lujosos. Ya tener un vehículo era un lujo reservado para los dueños de algunas tierras donde cultivaban o criaban algunas cabeza de ganado, siempre camionetas antiguas y algo deterioradas, pero siempre fieles; por lo tanto la camioneta del Indio no podía ser la excepción. Tras empujarla un poco, darle unos golpes al "cochinito" y casi ahogar el motor pudimos arrancar su fiel cafetera y tomar rumbo a las afueras del pueblo.
"Usted Está Saliendo de San Sebastián"
Así rezaba un cartel que estaba paralelo a otro que se podía ver cuando se llegaba al pueblo.
"Bienvenido a San Sebastián"
Fue lo primero que vi cuando, tras 6 horas de camino por carreteras nacionales, llegué a este pueblo por dios y hombres olvidados, buscando algo nuevo qué contar.
miércoles, 18 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
Altar a San Sebastián (II)
El reloj daba las dos en punto de la tarde, tenía que encontrarme con Daniel en el Comedor de Aquilino, ahí almorzaríamos para emprender un viaje a la montaña donde tenía una choza. Era una ocasión de celebración: después de 20 años me encontraba con un viejo amigo de la infancia con el que había perdido el contacto tras la graduación en el liceo. Había cambiado mucho, ahora era lo que llamaban espiritista y sacerdote, había colgado su título de veterinaria para dedicarse a las yerbas y la chamanería con inspiración marialoncera.
Estaba muy emocionado, no sólo había retomado el contacto con un amigo, sino tendría la oportunidad de pasar una noche en el mágico Sorte. Muchos aseguran que en esos parajes pasan cosas mágicas, fantásticas y hasta demoníacas, no todos pueden acceder a esas tierras, esta sería mi oportunidad para recolectar material y poder redactar algo realmente interesante.
Estaba metiendo algunas cosas en una mochila cuando alguien tocó la puerta...
-¿Quién?...
-¡Mijo!, se puede entrar...
-Claro Carmencita, pase, qué se ofrece.
-Bueno, venía a darle las gracias por las verduras que compró, y las guayabas están bien maduras, perfectas para el jugo.
-De nada Carmen, pero por las guayabas agradézcale a Jacinto que se las envión.
-¡Ah Jacinto!... Ya hablé con el hace poco cuando venía de la misa. Me dijo que se encontró a alguien.
-Si vale, un muy viejo y querido amigo, qué casualidad encontrarnos por estas tierras ¿no cree?.
Doña Carmen, dueña de la pensión donde me quedaba, era más que una proveedora una madre; estaba pendiente de todos sus huéspedes, y como buena madre a veces sobrepasaba ciertos límites, rayando aveces en la imposición aunque siempre lograba enmendar el capote.
-Si, muy interesante. Por cierto, ¿Sabe a que se dedica ese amigo suyo?
-Me estaba contando que era marialoncero, brujo pues...
-Así es, por acá se le conoce como Indio Casto.
-¿Indio Casto?- me costó aguantar la risa ante tal revelación- ¿Qué casto va a ser ese cabrón?, de carajito ya era bastante mujeriego, hasta me sorprende pensar que nunca preñó a alguna muchachita.
-¡Ay mijo!, ese monte cambia mucho a las personas, tenga cuidado para donde vaya... ¿Usted sabía que esa gente trabaja con muertos?.
-Me puedo imaginar que hay algunas fracciones espiritistas que mezclan los ritos con palería y esas cosas, siempre pasa en este tipo de sistemas de creencias.
-¡Huy que horror!, de pensarlo se me crispan los nervios...
-¡Ya Carmen!, no se preocupe, yo voy a estar bien. Mañana estaré de regreso.
-¡Está bien mijo!, Dios me lo ampare y lo favorezca.
-¡Amén!... Me tengo que ir, ya se me hace tarde... Hasta mañana Carmen y no me prepare desayuno mañana, seguro llego en la tarde o noche.
-¿Seguro?...
-Mire, cualquier cosa le echo una llamada ¿oyó?.
-Está bien... Cuídese mijo...
-¡Si Carmen!- Le contesté durante la carrera por el pasillo que daba hacia la puerta principal, con la misma ligereza que se le contesta a una madre que no termina de despedirse de su hijo que volverá al medio día.
El sol estaba picante y un viento seco levantaba el polvo de la engarzonada calle, aseguré mi bolso y me coloqué los anteojos para protegerme de las polvaderas que se levantaban. Una sensación de excitación y aventura me recorrió todo el cuerpo: "Hoy es un buen día para cosas nuevas", pensé y me alejé caminando rápidamente para cumplir con mi encuentro en el Comedor de Aquilino.
Estaba muy emocionado, no sólo había retomado el contacto con un amigo, sino tendría la oportunidad de pasar una noche en el mágico Sorte. Muchos aseguran que en esos parajes pasan cosas mágicas, fantásticas y hasta demoníacas, no todos pueden acceder a esas tierras, esta sería mi oportunidad para recolectar material y poder redactar algo realmente interesante.
Estaba metiendo algunas cosas en una mochila cuando alguien tocó la puerta...
-¿Quién?...
-¡Mijo!, se puede entrar...
-Claro Carmencita, pase, qué se ofrece.
-Bueno, venía a darle las gracias por las verduras que compró, y las guayabas están bien maduras, perfectas para el jugo.
-De nada Carmen, pero por las guayabas agradézcale a Jacinto que se las envión.
-¡Ah Jacinto!... Ya hablé con el hace poco cuando venía de la misa. Me dijo que se encontró a alguien.
-Si vale, un muy viejo y querido amigo, qué casualidad encontrarnos por estas tierras ¿no cree?.
Doña Carmen, dueña de la pensión donde me quedaba, era más que una proveedora una madre; estaba pendiente de todos sus huéspedes, y como buena madre a veces sobrepasaba ciertos límites, rayando aveces en la imposición aunque siempre lograba enmendar el capote.
-Si, muy interesante. Por cierto, ¿Sabe a que se dedica ese amigo suyo?
-Me estaba contando que era marialoncero, brujo pues...
-Así es, por acá se le conoce como Indio Casto.
-¿Indio Casto?- me costó aguantar la risa ante tal revelación- ¿Qué casto va a ser ese cabrón?, de carajito ya era bastante mujeriego, hasta me sorprende pensar que nunca preñó a alguna muchachita.
-¡Ay mijo!, ese monte cambia mucho a las personas, tenga cuidado para donde vaya... ¿Usted sabía que esa gente trabaja con muertos?.
-Me puedo imaginar que hay algunas fracciones espiritistas que mezclan los ritos con palería y esas cosas, siempre pasa en este tipo de sistemas de creencias.
-¡Huy que horror!, de pensarlo se me crispan los nervios...
-¡Ya Carmen!, no se preocupe, yo voy a estar bien. Mañana estaré de regreso.
-¡Está bien mijo!, Dios me lo ampare y lo favorezca.
-¡Amén!... Me tengo que ir, ya se me hace tarde... Hasta mañana Carmen y no me prepare desayuno mañana, seguro llego en la tarde o noche.
-¿Seguro?...
-Mire, cualquier cosa le echo una llamada ¿oyó?.
-Está bien... Cuídese mijo...
-¡Si Carmen!- Le contesté durante la carrera por el pasillo que daba hacia la puerta principal, con la misma ligereza que se le contesta a una madre que no termina de despedirse de su hijo que volverá al medio día.
El sol estaba picante y un viento seco levantaba el polvo de la engarzonada calle, aseguré mi bolso y me coloqué los anteojos para protegerme de las polvaderas que se levantaban. Una sensación de excitación y aventura me recorrió todo el cuerpo: "Hoy es un buen día para cosas nuevas", pensé y me alejé caminando rápidamente para cumplir con mi encuentro en el Comedor de Aquilino.
lunes, 16 de mayo de 2011
El Altar a San Sebastián (I)
El pueblo se encontraba en tensa calma, los oriundos distraían su pánico adornando la avenida principal para la procesión del santo patrono. Parecían alegres y emocionados, además siempre ensanchaban el pecho cuando resaltaban la prometida presencia de Monseñor en estas tierras. Unas señoras mayores que compraban verduras le comentaban al dependiente:
-Gracias a Dios nos visita para las fiestas...
-¡Ay Magali!... ¡Amen!... Ojalá nos eche unas bendiciones para que se acabe el mal de estas tierras.
-Ni que me lo digas Amelia... ¿Cuanto es Jacinto?...
-Todo por 20 bolívares doña Magali, y además le metí unos ajoporros para el sancocho.
-¡Dios se lo pague Jacinto!... Nos vemos mañana... Corre Amelia, que ya empieza la novela.
-¡Huy!... Está buenísima, pero primero pasamos por casa de Josefina para ver si ya compró las flores para la iglesia.
-Espero que no haya comprado esos crisantemos otra vez... Hacen que el pueblo parezca un cementerio.
-¡Zape mijita!... Ya bastantes muertos han aparecido en estos días...
-¡Chito carajo!... ¡Hay que ver si eres imprudente comadre!... Págale a Jacito y apúrate...
Y como alma que lleva el diablo se alejaron Amelia y Magaly, caminando rapidito como si necesitaran llegar al baño, agarrándose la falda para no tropezar y haciendo equilibrio con sus zapatos de tacón bajito en el garzón de la calle quinta. Estaba absorto en esa caricatura sexagenaria hasta que Jacinto me sacó de mi sueño.
-¿Qué va a querer?...
-¡Buenos días hermano!, me va a dar cinco naranjas y esa media patilla.
-¡Esa patilla está bien dulcita!... La acaban de traer de Chivacoa, aproveche y llévese una completa para que se la deje a Doña Carmen para que haga jugo, y de ñapa le manda estas guayabas de mi parte.
-¡Dale!... Pero no me saques la sangre, mira que no tengo mucho efectivo y el cajero de la plaza se quedó sin dinero.
-¡Huy mijo!, y no tendrá hasta dentro de una semana, con la fiesta del pueblo todo cierra, y el banco se olvida que tiene esa guarandinga acá.
-¡Coño!... ¿Y ahora que hago?...
-¡Bueno!, por ahora son 20 bolívares por las naranjas y la media patilla...
-¡Ah!... Eso si lo puedo pagar...
-Y para el resto de la semana, hable con Doña Carmen para que no le cobre la habitación hasta que llegue el dinero...
-¡No vale!, ya le pagué los 3 meses que me voy a quedar por adelantado, pero... ¿Y si se me antoja algo?, ¿un raspado para el calor o unas cañas?, ¡Ahora si que me jodí!.
-Mire, yo sé que usted viene de Caracas, y allá la gente es muy... ¿Como le digo?... Agarrada con sus cosas, pero acá en el pueblo siempre se consigue a un amigo para que le ayude en esos momentos.
-¡Verga!, no sé si pueda encontrarme a alguien acá.
Entonces llegó otro hombre, moreno por el sol, no muy alto y un tanto regordete. Vestía ropas un poco harapientas y sandalias, cargaba no menos de cinco collares con cualquier cantidad de motivos religiosos y espiritistas, se acababa de bajar de una camioneta tipo Pick Up frente al puesto de Jacito... Habló alto y rápido, se notaba que tenía prisa.
-¡Bueno Jacinto!, Dale rápido con eso... Necesito volver antes de las 3, pásame lo que te pedí, ahí tienes el dinero- Soltó un fajo grande de billetes sobre el mostrador.
-¡Pero que Vaina contigo Indio!... Ya va que estoy atendiendo al señor.
-No te preocupes Jacinto, atiende al señor yo puedo esperar...
El nuevo hombre se me quedó mirando fijo un rato, algo en mi voz le parecía familiar.
-Gracias a Dios nos visita para las fiestas...
-¡Ay Magali!... ¡Amen!... Ojalá nos eche unas bendiciones para que se acabe el mal de estas tierras.
-Ni que me lo digas Amelia... ¿Cuanto es Jacinto?...
-Todo por 20 bolívares doña Magali, y además le metí unos ajoporros para el sancocho.
-¡Dios se lo pague Jacinto!... Nos vemos mañana... Corre Amelia, que ya empieza la novela.
-¡Huy!... Está buenísima, pero primero pasamos por casa de Josefina para ver si ya compró las flores para la iglesia.
-Espero que no haya comprado esos crisantemos otra vez... Hacen que el pueblo parezca un cementerio.
-¡Zape mijita!... Ya bastantes muertos han aparecido en estos días...
-¡Chito carajo!... ¡Hay que ver si eres imprudente comadre!... Págale a Jacito y apúrate...
Y como alma que lleva el diablo se alejaron Amelia y Magaly, caminando rapidito como si necesitaran llegar al baño, agarrándose la falda para no tropezar y haciendo equilibrio con sus zapatos de tacón bajito en el garzón de la calle quinta. Estaba absorto en esa caricatura sexagenaria hasta que Jacinto me sacó de mi sueño.
-¿Qué va a querer?...
-¡Buenos días hermano!, me va a dar cinco naranjas y esa media patilla.
-¡Esa patilla está bien dulcita!... La acaban de traer de Chivacoa, aproveche y llévese una completa para que se la deje a Doña Carmen para que haga jugo, y de ñapa le manda estas guayabas de mi parte.
-¡Dale!... Pero no me saques la sangre, mira que no tengo mucho efectivo y el cajero de la plaza se quedó sin dinero.
-¡Huy mijo!, y no tendrá hasta dentro de una semana, con la fiesta del pueblo todo cierra, y el banco se olvida que tiene esa guarandinga acá.
-¡Coño!... ¿Y ahora que hago?...
-¡Bueno!, por ahora son 20 bolívares por las naranjas y la media patilla...
-¡Ah!... Eso si lo puedo pagar...
-Y para el resto de la semana, hable con Doña Carmen para que no le cobre la habitación hasta que llegue el dinero...
-¡No vale!, ya le pagué los 3 meses que me voy a quedar por adelantado, pero... ¿Y si se me antoja algo?, ¿un raspado para el calor o unas cañas?, ¡Ahora si que me jodí!.
-Mire, yo sé que usted viene de Caracas, y allá la gente es muy... ¿Como le digo?... Agarrada con sus cosas, pero acá en el pueblo siempre se consigue a un amigo para que le ayude en esos momentos.
-¡Verga!, no sé si pueda encontrarme a alguien acá.
Entonces llegó otro hombre, moreno por el sol, no muy alto y un tanto regordete. Vestía ropas un poco harapientas y sandalias, cargaba no menos de cinco collares con cualquier cantidad de motivos religiosos y espiritistas, se acababa de bajar de una camioneta tipo Pick Up frente al puesto de Jacito... Habló alto y rápido, se notaba que tenía prisa.
-¡Bueno Jacinto!, Dale rápido con eso... Necesito volver antes de las 3, pásame lo que te pedí, ahí tienes el dinero- Soltó un fajo grande de billetes sobre el mostrador.
-¡Pero que Vaina contigo Indio!... Ya va que estoy atendiendo al señor.
-No te preocupes Jacinto, atiende al señor yo puedo esperar...
El nuevo hombre se me quedó mirando fijo un rato, algo en mi voz le parecía familiar.
De la Marcha al Desfile / De la Protesta a la Comparsa
Nota: lo que sigue a continuación es pura especulación, un ensayo pretencioso sin mayor fundamento que la bilis
Desde que el mundo es mundo, el hombre ha encontrado en la masa una forma de mezclarse y apoyarse para luchar por una causa común. La turba, la chusma iracunda y la revuelta popular se convertían en el "coco" que no dejaba morir a monarcas y tiranos, que por más fuerzas armadas controlara, existía la probabilidad de terminar empalado por la muchedumbre.
Esta visión histórica nos hace entender que esta manifestación popular estaría más relacionada con una postura dedicada a erradicar al sistema de estados y gobiernos que hacían imposible la vida.
Con el advenimiento de las religiones monoteístas, se creó la contrapartida de la marcha rabiosa y sedienta de cambios: la procesión (siguiendo tradiciones paganas muy fuertemente arraigadas)...
"¡Borregos! ahora caminad tras la imagen del santo mártir y orad por la salud del rey, el papa y sus obispos, ya que de ellos es el reino de los cielos" Ratzinger 12:13
Es muy importante diferenciar ambas actividades por su motivación: en la primera se levantan las masas en contra del establecimiento, mientras que la segunda es puro y simple genuflexo.
Ojo, vale la pena destacar que si un grupo se siente agredido por su condición religiosa y decide marchar para protestar por su derecho de libre culto: es una marcha no un desfile o procesión...
"Entones el tiempo pasó, y el hombre y la máquina se unieron, para luego ser separado por el hombre. Luego vino el nuevo mesías de blancas barbas y vociferó: ¡La religión es el opio del pueblo!" Epístolas del Trovador de Tierra de Nadie 2:18
Tiempo transcurrió y llegó la república, los nacionalismos, los fascismos y socialismos, y toda la parranda y cotillones de maneras de gobiernos que prometían la verdadera redención: una reina coronada con discursos utópicos y capa de terciopelo bordada en propaganda de 80 kilates.
Poco se puede decir actualmente de las manifestaciones populares de calle, desfiles militarizados, demostraciones de orgullo nacional y racial, largas caminatas a favor de jefes de estado: Coloquen un coliseo, un cristiano y un león, y la fiesta se pone bien romana.
Ahora, como hay que poner cada cosa en su lugar, ¿Por qué una manifestación popular a favor del estado se le llama marcha? ¿Que pasó con el componente Anárquico y liberador?... Simple: Confusión soviética y pompas fascistas.
Los gobiernos que pretenden instaurar o instauran sistemas políticos centralistas como el socialismo marxista o el nacionalsocialismo, necesitan crear enemigos que justifiquen su permanencia en el poder. Aprovechando su posición en la cadena alimenticia, mueven los hilos, prometen y hasta tarifan a la masa, de manera que se demuestre su liderazgo sobre una masa que se queja por la opresión de un ente que ni ellos mismos entienden, todo bajo la máscara de La Marcha...
Como se puede observar, nos hacen creer que, en el caso venezolano, una marea roja, una marcha de trabajadores revolucionarios, la avalancha de los bolivarianos, entre otros, son manifestaciones populares que se alzan A FAVOR DEL GOBIERNO para luchar por la libertad y la democracia: ¡Grave error!... Sólo es un circo, una fanfarria, una producción multimillonaria que deja boquiabierto al propio Joaquín Riviera, para justificar mediáticamente la soberanía de CHAVEZ (no el pueblo), desvirtuando el movimiento de la masa arrecha y sedienta de cambio, con un desfile de comparsa populista y barata.
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